Hace una década, una visita a un amigo en su consultorio me llevó a un descubrimiento cómico y revelador: un enorme ventilador en el baño, diseñado para absorber los olores, que casi dificultaba abrir la puerta y dejaba los peinados destrozados. Esta experiencia encendió una chispa de inspiración.
Así comenzó una aventura de dos años de investigación para crear un producto eficaz, con mi esposa Carolina como supervisora involuntaria de control de calidad.
Con la ayuda de Dios, perseverancia y esfuerzo, logramos estabilizar nuestra solución y comenzamos la etapa de comercialización de petit POO. Poco a poco, y gracias al boca a boca, las puertas del mercado comenzaron a abrirse, consolidando nuestro producto no solo en Colombia, sino también mucho más allá de sus fronteras.
El camino hacia el éxito fue uno de resiliencia y aprendizaje, impulsado por un propósito claro: mejorar una situación cotidiana para todos.